Hace
dos semanas...
Christian's pov
Mierda. Hay que comprar
un nuevo cacharro de estos... ¿Será posible? Joder.Por fín termino de servir una cerveza del grifo. Llevo diciéndole a la dueña del bar-restaurante que llame para que arreglen este estúpido grifo de cerveza y no me hace caso. Claro, como ella no es quien tiene que pelear todos los días contra él para servir una maldita jarra... Entonces levanto la cabeza y la veo. Después de dos meses pensando día a día en esa mirada que me cautivó. Me enamoró, y no lo pude evitar. Ostia, esta chica es muy lista. Seguro que ha adivinado que he sido yo el que le ha regalado el perrito. Me dirigo a ella y le sonrío.
- Buenos días, señorita Aria.
- Buenos días Christian.- Parece que está cavilando algo.- Puedes tutearme.- Me dice mientras sonríe de una manera irresistible.
- Vale, tú puedes llamarme Chris.- No sé porque pero estoy nervioso.- ¿Te has decidido ya?
- ¿Cómo?- Me pregunta con cara de loca.
- Que si ya sabes lo que vas a comer...- Me río porque me hace mucha gracia su expresión.
- Pues... ¿qué me aconsejas?- Qué juguetona... me gusta.
- Sin duda, las Buffalo wings (*alas de pollo).- Ahora miro al perrito Brutus. Decidí ponerle yo el nombre porque Brutus era el nombre de mi antiguo perro. Hasta que un puto coche le pasó por encima. Fué uno de los peores días de mi vida. Después de la muerte de mi padre.
- Vale, pues una de esas y de beber agua, por favor.- Creo que está pensando en si de verdad he sido yo el que se lo ha comprado.
- Muy bien, en seguida estará.- Antes de darme la vuelta dirigo una mirada a Brutus. Qué perro más majo.
Le doy el pedido al de
la cocina y voy a la barra a seguir sirviendo. Pienso en el día que
conocí a Aria. Iba acompañada de un niño de unos 4 o 5 años. Me
pregunto quién será. Recuerdo también lo que comió: risotto de
queso y merluza en salsa. El risotto de queso es mi plato favorito
de toda la vida, qué casualidad. Cuando acabaron de comer sentí la
necesidad de hacer una locura. Aunque me llevé una buena bronca de
la dueña... Seguí a esa preciosa chica y al niño hasta una tienda
de animales y ví como ella se encaprichó de un precioso Golden
retriever. Pero se fueron con las manos vacías. Creo que cuando
salieron de la tienda me vió pero no le dí demasiada importancia.
El perro me costó la paga de dos meses pero tuve la suerte de que
no lo compraron en todo ese tiempo, hasta rezaba por ello... vaaale,
no, no soy de los que rezan. Cuando lo compré me sentí muy raro.
¿Qué coño hacía comprándole a una desconocida un perro tan
caro? Pero es una de esas cosas que sientes la extraña necesidad de
hacer. Y yo soy de esos que siguen sus instintos. E impulsivo,
jodidamente impulsivo. Miro otra vez a la chica y veo que la pobre
se está manchando con las alas de pollo que le acaban de servir. Le
pido unos minutos libres a mi colega y tras 1 minuto de discusión
me los da. Cojo un servilletero y me acerco a su mesa.
- Creo que necesitas esto.- Le digo amablemente.
- Muchas gracias.- Me siento en una silla junto a ella. Esto le ha pillado demasiado por sorpresa así que le digo:
- Tengo unos minutos libres...
- Ya veo.- Qué minuto tan largo. Es uno de esos silencios incómodos. Pienso en la forma de decirle que sé porque está hoy aquí.
- Aria, sé porque has venido aquí, justamente hoy.
- ¿Ah, sí...?
- Sí, justamente un día después de que misteriosamente te regalen un perro. Sabía que eras muy lista, se nota en tu mirada y en tu forma de actuar.- No sé si lo estoy haciendo bien.
- Así que no me equivocaba, has sido tú. Sabía que eras tú el de la tienda. ¿Me seguiste?- Ahoro me sonrojo. Qué imbécil soy. Parezco un nene.
- Tranquilo, ha sido todo un detalle, muchas gracias, pero...
- Sé lo que vas a decir, un chico como yo comprando un perro tan caro a una mujer que ni conozco.- Me muerdo el labio. No debería haber sido tan brusco.
- En realidad iba a preguntar cómo supiste donde vivía.- Joooder, no había caído en eso.
- Bueno... es una larga historia.- La verdad es que no es tan larga... Le pregunté a una tía mía que trabaja en no sé qué de viviendas y tras muchas horas de buscar encontró el nombre de Aria Morrison en un ático de Manhattan. Flipé cuando ví el rascacielos. Esta mujer debe de estar forrada.
- ¿Me la cuentas cuando salgas de aquí?- Esto sí que me pilla desprevenido. ¿Me acaba de pedir una cita o me he vuelto tarumba?
- Claro.- Sonrío tanto que me hacen daño las mejillas. Qué guapa es. Tiiene el pelo negro, pero negro, negro. Y unos ojazos azules como el cielo. Además sus pestañas son tan largas que hipnotizan y sus labios gruesos incitan a besarlos. No se aprecia mucho porque está sentada pero tiene un tipazo...- Salgo dentro de dos horas.
- Vale, te paso a buscar entonces. Estaba buenísimo por cierto, me alegro de haberte pedido consejo. ¿Me traes la cuenta por favor?
Le
llevo la cuenta y me paga dejando propina. Menuda propina... Casi es
más de lo que vale la comida entera. Parece ser que sí que está
forrada. Aunque nunca le dí importancia al dinero. Al fin y al
cabo, es algo que se acaba gastando. Mi padre siempre me decía: “lo
que tiene precio, poco valor tiene”... Qué sabio era mi padre.
Estas dos horas se me
hacen interminables. Pero cuando por fín acaba mi turno me quito el
delantal y me pongo mis gafas de sol. Salgo a la puerta a esperarla
y mientras me fumo un cigarro.
La veo aparecer a lo
lejos. Pufff, respira Chris, si sigues así te va a salir humo por
las orejas. Dios, cómo está. Es preciosa y tiene un tipo incréible.
Es muy alta y delgada. Pero se le ve bastante fuerte, como si fuera
al gimasio a menudo.
Se va acercando a mí
como si fuera un ángel caído del cielo. Definitivamente, estoy
enamorado de ella. Lo cual es una locura porque no la conozco y ni
siquiera sé si tiene novio, o está casada, nada, no sé nada. Y me
siento muy tonto.Estaba tan empanado estudiándola que no me había dado cuenta de que viene sin Brutus. Seguramente lo habrá dejado en casa. No sé.
Cuando llega hasta mí se le ve algo cortada, así que me lanzo, le agarro de la cintura y le doy dos besos como si nos conociésemos de toda la vida.
Entonces ya no soy yo. Cuando la toco dejo de ser simplemente Christian Peterson para ser Christian, el tío tonto que se enamoró a primera vista.
- ¿Qué tienes pensado, Chris?
- Absolutamente nada. Improvisemos.
- Eso me gusta.
Esta es la mejor tarde
de mi vida. Al principio estábamos un poco cortados. Pero conforme
pasaban los minutos e íbamos hablando congeniábamos genial. Es
como si estuviésemos hechos el uno para el otro. Nos
complementamos. Desde que murió mi padre mi vida se convirtió en
un absoluto vacío, en un pozo sin fondo. Era como haber perdido la
mitad de mi ser, pero ese vacío parece casi inexistente cuando
estoy con Aria.
Primero vamos a un
starbucks y nos pedimos dos frapuccinos de caramelo para llevar.
Tras rato y rato ríendo y paseando por la preciosa y transitada
Séptima Avenida de Nueva York vamos a parar a Times Square. Me
llevo una sorpresa cuando descubro que Aria saca una cara cámara de
fotos del bolso. Dice que siempre la lleva. Nos hacemos un millón
de fotos, poniendo caras y haciendo el tonto, y con cada foto un
sentimiento. Aria es la mujer más dulce que he conocido en mi vida.
A su lado no siento dolor, ni penas, es difícil de explicar pero me
hace sentir importante, pero no importante de forma arrogante y
engreída, sino importante para ella, como si fuésemos dos extraños
nacidos para estar juntos. Cuando nos cansamos de poner caras y
hacer miles y miles de fotos a todo Aria me coge de la mano y me
arrastra hacia el restaurante italiano Carmine's.
- Pero Aria, seguro que está petado. Y no hemos reservado.
- No te preocupes, tengo un contacto.- Me guiña el ojo. ¿Un contacto?
- Cada vez me sorpende más, señorita.- Hago una mueca extraña.
- ¡Qué tonto eres!- Ríe. Con que sí eh...
- ¿Ah, sí? ¿Soy tonto?- Me acerco poco a poco hacia ella, le acaricio la palma de la mano con mis dedos mientras mi otra mano va en busca de su mejilla. Acerco mis labios a los suyos de manera que piense que voy a besarla, y cuando cierra los ojos y sé que lo está deseando le digo ríendo:
- ¡Aria!- Da un respingo y abre los ojos.- ¡Tengo hambre! ¿Qué hay de ese contacto tuyo?- Le pregunto enarcando las cejas en un intento de mueca graciosa.
- Me las pagarás Christian Peterson...- Lo dice de coña pero sé que me acabará gastando una broma. Estaré atento por si acaso...
Entramos en el
restaurante y Aria habla con una mujer italiana de unos 45 años.
Parece una mujer importante ya que nos dirige a una mesa para dos,
habla con un chico joven y éste rápidamente nos pide nota. Pedimos
la cena y me fijo en el lugar. Es elegante pero pensaba que sería
más formal. Hay mucha gente y hay un ambiente muy hogareño. Tras
una rica y agradable cena italiana insisto en invitar a Aria pero ella me
argumenta diciendo que no le gustan los hombres que insisten en
pagar, y que además me lo debe, por Brutus.
- Tú ganas, pequeñaja.
Salimos
del restaurante y como se ha levantado algo de aire le dejo mi
chaqueta a Aria. Le sienta bastante bien.
Luego
de meditar el siguiente destino cogemos un taxi y le indicamos el
Hudson River Park. Cuando llegamos descubrimos muchas parejitas
acarameladas. Paseamos un poco y nos sentamos en un banco con vistas
al río.
- ¿Tienes frío?
- Un poco.- Se muerde el labio. Dios, me encanta cuando se muerde el labio. Es tan sexy. La acurruco a mi lado y la rodeo con los brazos de manera que no le vaya la corriente.
- Mucho mejor. Gracias.
- De nada pequeñaja.
Disfrutamos
de las vistas, del fresco y del olor del otro un buen rato.
- ¿Sabes? Me encantaría congelar este momento. Y estar en tus brazos siempre.- Cuando la escucho decir esto no puedo evitar sonrojarme. Mi cuerpo está paralizado ante tanta dulzura. Una corriente más que agradable me recorre poco a poco y se introduce por cada poro, arrancando con él pequeñas sensaciones de felicidad. Tengo ganas de gritar y de correr, pero soy una estatua pegada al cuerpo de Aria.
- Y yo sería el hombre más feliz de este universo.
Se
hace muy tarde y descubro que Aria vive en el ático de un
rascacielos en primera línea que se puede ver desde aquí.
- ¿En serio? ¿Vives en lo alto de ese rascacielos?
- Sí, la última planta y la terraza son mías. Bueno, cuando lo compramos era propiedad de Byron y mía. Pero...- ¿Byron? Estoy flipando. Esto me pilla muy desprevenido. Demasiado.
- ¿Quién es Byron?- No se lo pregunto de manera brusca pero sé que se ha dado cuenta de mi inquietud.
- Byron... es mi ex-marido.- Ay, Dios. No sé si estoy preparado para oír esto.
- Aria, si no quieres hablar de esto ahora lo entiendo, es tarde y estamos cansados. Y no quiero que te sientas presionada, no me debes ninguna explicación.- Aunque no puedo evitar morir de curiosidad.
- En realidad... deseo contártelo. Pero tienes razón, es tarde, y tú mañana trabajas. ¿Qué tal si nos vamos a dormir y mañana paso a recogerte?
- Perfecto.- Pero sé de uno al que igual le cuesta conciliar el sueño esta noche.
La
acompaño hasta el portal del rascacielos. Qué lujazo...
- Chris, ha sido la mejor cita de mi vida.
- Y la mía, sin duda. Eres increíble.- Le doy dos tiernos besos en las mejillas.- Hasta mañana pequeñaja, que descanses.
- Hasta mañana, Chris.- Me da mi chaqueta.- ¿Está todo bien, no?
- Claro que sí, tonta.
- Genial.- Qué sonrisa tan bonita.- Adiós.
Y
se mete dentro. Y yo me quedo aquí. Sin reaccionar. Es el frío el
que me mueve.
Llego
a mi apartamento en Brooklyn. Dejo las llaves, me quito la ropa y me
doy una ducha tibia. Me meto en calzoncillos a la cama y cierro
los ojos.
- Aria, Aria... me tienes atrapado.- Y después de ese susurro que solo yo he oído me sumerjo en mis sueños donde aparece una chica de pelo negro y ojos azules. Le cojo de la mano y la beso. Pero aparece un hombre sin cara que nos separa, y entonces Aria susurra “Byron”.